Capítulo 3 CHATARRA EN EL FREEZER |
|||
La preocupación nos lleva a tratar la forma con que
la acción del hombre pone en peligro el equilibrio ecológico de esa incomparable región
del planeta. Catorce millones de kilómetros cuadrados, cuatro
veces la superficie de Europa, están allí para obligarnos a tenerlos en cuenta, por eso
este capítulo intentará describir la agresión persistente de miles de personas que,
desde las bases científicas o por la actividad turística, polucionan hasta niveles
críticos. Cuando la presencia del hombre es visible en casi todos los rincones de la Tierra es más que necesario salvar lo que aún queda intacto. Ver las impresionantes formaciones de la Antártida era imposible hasta hace algunos años, hoy mucha gente tiene la oportunidad de gozarlas. Esta parte de nuestro planeta que aún se conserva
en estado natural, a pesar del hombre, necesita una vigilancia constante para garantizar a
las generaciones futuras que siga existiendo en estado virginal. Hace sólo un siglo ningún hombre había pisado la Antártida, hoy millares de ellos ocupan bases científicas impactando a1 ambiente de formas muy variadas. Las bases se instalaron en los lugares que hoy ocupan por razones científicas o logísticas sin tener para nada en cuenta los efectos que esos emplazamientos causarían al hábitat natural de un considerable número de especies animales que sin ser muy rica en variedad, lo es en cuanto a la cantidad de individuos que las representan. No es suficiente que los Comités científicos
recomienden a sus investigadores que se comporten con suma precaución en ese ambiente que
se caracteriza por su delicado equilibrio. El impacto no se limita al ecosistema terrestre sino que también afecta al "espectro electromagnético" por la excesiva cantidad de ondas de radio que interfieren las observaciones científicas. Los residuos sólidos (restos de maquinarias) pueden
no ser gratos a la vista pero no tienen mayor incidencia biológica. El verdadero y más grave problema lo constituyen los residuos radiactivos o aquellos que contienen metales pesados o compuestos orgánicos nocivos. Estos, según el Tratado Antártico, deben sacarse de la zona, pero ese mismo Tratado no impide el empleo de la energía nuclear, lo cual constituye un contrasentido además de entrañar un enorme peligro. Un ejemplo de ello lo constituye la clausura de la base Mc Murdo (Estadounidense) que después de una serie de accidentes nucleares tuvo que ser levantada con grandes gastos y miles de toneladas de tierra y roca contaminada que aún permanecen allí. La eliminación de residuos en la Antártida pasa por las más variadas soluciones que van desde la quema al aire libre, el abandono en cualquier parte, la no clasificación y posterior separación y el encierro de residuos en contenedores metálicos que luego son arrojados al mar, sin contar con los incendios accidentales con la consiguiente muerte de fauna. Un claro ejemplo es lo sucedido en la base australiana de Wilkes y Casey donde en una extensión de 2000 m2 se amontonaban latas, botellas, piezas de maquinarias y edificios, productos químicos, latas de soda cáustica con su contenido volcado en la nieve, tambores metálicos e incluso explosivos. El basurero de Casey constituía un verdadero peligro ecológico. Luego de ser denunciado el caso por un miembro del SCAR(Comisión Científica Internacional para la Investigación Antártica) la base Wilkes fue levantada quedando sólo la Casey. A partir de ese hecho Australia comenzó una importante campaña de limpieza. Ante la vista de un vertedero en el mar un submarinista describió al mismo como un lugar "completamente muerto, con los sedimentos tan cargados de DFA (aditivo para combustible diesel) que resulta evidente que se ha producido un derrame". Dudó que tanto DFA pueda descomponerse en el futuro. La presencia humana aportada por la llegada de
permanentes contingentes turísticos trae otra forma de contaminación del ambiente e
innumerables problemas a las bases por sus habituales pedidos de auxilio y costosas
molestias al personal de investigación. Otra de las amenazas que se ciernen sobre la Antártida es la posibilidad de explotación de sus recursos petrolíferos y mineros. Los países firmantes del Tratado Antártico ya lo dan por hecho. Reconocen el riesgo de contaminación por vertido de petróleo y por aumento de la actividad humana, pero parece que aceptan los problemas por unos años más de materia prima. Nuevamente un negocio se antepone al bien ambiental que es el bien de todos. ¡ Lástima, porque del equilibrio Antártico depende el equilibrio de todo nuestro planeta! Una de las soluciones sería declarar a la Antártida "Parque Mundial" lo que permitiría proteger contra la depredación humana su ambiente natural y de ese modo tratar de revertir los daños a largo plazo que se están llevando a cabo. Este fascinante universo blanco se halla en inminente peligro, ya es hora de ponernos en acción. |
|||